lunes, 19 de noviembre de 2007

Por fin llueve


"Deseos", obra de Ubé.

He regresado a Leuret con el pensamiento, el único transporte que, de momento, no necesita un ministerio de fomento para su funcionamiento. Y en Leuret llueve. Hace un magnífico día de lluvia, lluvia suave pero intensa, penetrante y extrañamente húmeda. El cielo encapotado, justamente sobre la capota de un mini con matrícula de Zamora; la estela de agua despedida por los melancólicos camiones, el humo vacilón de las chimeneas (ahora me voy por aquí; no, mejor por el otro lado, ¡qué dices, loca! de eso nada, vamos abajo a atufarles la casa), y las viejas paredes de las casas vecinas están aburridas porque hoy no van a salir los niños a jugar al patio. Alguna incluso me mira con mala cara. Todo esto me recuerda la historia de aquel tipo, el empleado de correos con pata de palo.



Luis Mariano Felipe de Angoitia y Susundegui era un cartero como otro cualquiera. Incluso tenía gorra como otro cartero cualquiera. Se aburría enormemente viendo pasar las cartas ante sus ojos y la curiosidad le corroía hasta el punto de perder un pie un mes de noviembre, como éste. Tuvo que pasar varias semanas de baja por incapacidad laboral ya que en esa oficina mataban los sellos con los pies, algo sin duda muy elegante y propio de épocas pretéritas. Si ya se aburría en la oficina, en casa las cosas iban de mal en peor. Su mujer, nacida en Treviño, era bruta, bruta, bruta. Se lo juro, oiga. Era bruta hasta el punto de reclamar el resto de la provincia de Álava para dicho condado y freír huevos en la olla exprés. Sus relaciones eran bastante frías, más aún desde que se separaron "civilizadamente", dividieron la casa y ella se quedó con los radiadores. Los otros miembros de la familia, si podemos llamarlos así, no aparecían jamás por casa salvo para cobrar la semana y desvalijar el frigorífico.
Luis Mariano se desesperaba y buscaba alguna ilusión en su vida. Todas las mañanas, linterna en ristre, buscaba bajo los sillones, bajo la cama, detrás de la televisión, pero allí no había ni rastro de ilusiones perdidas ni reparadoras; si acaso se topaba con Tenazas, el perro de su mujer, que siempre demostraba su cariño con un buen mordisco en la entrepierna.
Luisma salió a la calle aquella mañana de otoño frío y lluvioso (como hoy), preocupado y pensativo. Su pata de palo causaba admiración en los transeuntes pero eso no le importaba. Embutido en sus pensamientos (tengo hambre, disculpen el término gastronómico), no se dió cuenta de que estaba frente a la puerta de una extraña tienda de aspecto siniestro y con bastante polvo en el escaparate. Vamos, frente a una tienda de las de toda la vida. Aquel establecimiento se llamaba "El rastro" y la regentaba un antiguo doblador de indios que había servido de guía en el Séptimo de Caballería en aquellos años en que dicho regimiento fue destinado a hacer películas en Almería, incluidos los caballos nacidos en 1895. Los ojos de Luis Mariano se iluminaron y pudieron distinguir en la oscuridad del almacén un libro entitulado: "Recortables de papel. Volumen Uno. Edificios de la Antigüedad. La Academia de Aristóteles. Visite las Islas Canarias...", uy, perdón, eso era del folleto que había al lado. Avanzó como un zombi hacia el ejemplar, matando del susto al dependiente y a una señora que estaba empeñando unos pendientes de la guerra del 14. Sin inmutarse cogió el libro y salió tan rápido como se lo permitió su pierna buena. Después tuvo que volver para recoger la de madera que se había quedado en la tienda ligando con una pata de una mesa Luis XVI. Atravesó la calle sin fijarse en nada ni en nadie y llegó a casa con el convencimiento de que algo extraordinario iba a ocurrir...

Pero eso tendremos que dejarlo para otro día.

2 comentarios:

  1. Vaya. Me dejaste con la intriga.

    ¡Me encanta lo de freir huevos en la olla exprés!,jajaja, qué risa. Pobre cartero, qué vida lleva.

    Hoy aquí llueve. Por fin. No me gusta la lluvia tanto como a Olga, pero la necesitamos. Y siempre es bienvenida.

    El relato es genial, aún sigue, ¿eh?, que ahí no termina, así que atento, pues a medida que avanza es aún mejor y terminas comprendiéndolo todo.

    ¡Un fuerte beso!

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  2. Freír huevos en la olla expres, no se me hubiese ocurrido nunca.

    Me alegro de ke llueva.
    Ayer akí llovió.
    Y mucho, daba gusto :)
    Hoy cayeron unas gotitas nada más.
    Pero parece ke lloverá más tarde con ganas.

    Besiños.

    Olga.

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