miércoles, 3 de agosto de 2011

Bostezos


España es célebre por sus bostezos. Viajeros alemanes que recorrieron España en el siglo XVI, han dejado en sus memorias el recuerdo de los terribles bostezos españoles, bostezos de longaniza y pan, bostezos de buzón, bostezos de leones en desuso y asueto.

Es célebre el bostezo español ante las Pirámides, y es también célebre el bostezo de Felipe II después de haber ejecutado a más de trescientos hombres en la Plaza Mayor.

Se conocen otros bostezos célebres: el bostezo de Napoleón en Santa Elena, el bostezo de Dios al séptimo día, el de Dante cuando acabó la “Divina Comedia”.

Pero los bostezos de España siempre serán los de mejor clase, bostezos de hambre de sopas de ajo, bostezos de hambre de un mendrugo siquiera, bostezo de preso a cadena perpetua, bostezo de un aficionado a las corridas, bostezo de periodista.

El bostezo sostenido de los españoles es un bostezo que asombra a los públicos europeos, que nos tienen por Gayarres y Titas Rufos indiscutibles de los bostezos.

Tan de España son los bostezos, que el papamoscas de Burgos es un simbólico bostezador incesante y los místicos españoles son los que bostezan más en el mundo con el bostezo dirigido al cielo.
Hay bostezos que se dirigen con hambre a las estrellas y otros que surgen en cualquier momento y que amenazan la inspiración.

Los bostezos de los trenes se tragan el poco paisaje y brotan estentóreos y terribles en los coches de tercera cuando los que estaban dormidos se despiertan ya en el amanecer, próximos al punto de destino. Un extranjero que viajase entre esos energúmenos del bostezo se quedaría asustado y empavorecido como si hubiese entrado en la jaula de las panteras que lanzan bostezos parecidos guiñando un ojo con gesto de humanidad.

-El bostezo es la flor de la pereza -dijo aquél.

Así como existe el ectoplasma, como producto que se desprende del individuo, hay otra sustancia extoplasmática que se convierte en nubecillas flotantes y campantes, y que lanzan los bostezos al espacio. Muchas nubes solitarias e inexplicables de las tardes de los días de bostezos, son hijas del bostezador descomunal.

En la Edad Media hubo muchas personas que murieron por bostezarse echando el alma por la boca en su fiero desahogo. Por los bostezos terribles de entonces, verdaderos bostezos catedralicios, se abría a veces la boca y se quedaba abierta como para siempre, descuajeringada como cajón que no se puede cerrar.

Ante aquel peligro de los bostezos, que desgoznaban la boca o arrojaban el último soplo a los espacios, se acostumbró la gente a hacer la señal de la cruz sobre la boca entreabierta.

Entonces no existía el silbido ni el pateo en las demostraciones hostiles, sino que todos se ponían a bostezar para demostrar su desagrado. ¡Qué bostezos los de la castellana cuando la poesía del trovador no era entretenida! Conmovían el castillo como si hubiera agrandado su paterna la dinamita.


Pero ningún bostezo en las antologías de los célebres bostezos como el bostezo del fraile, bostezo solo comparable al que hace su capucha a la espalda, bostezo profundo, anonadador, nirvanático de todas las cosas.

El bostezo del fraile es que vuelve a ser un bostezo antiguo, un bostezo de la Edad Media, de aquellos en cuya sima cabía un cabrito asado entero.

Gracias a que la persignación eficaz de un fraile es candado formidable de su bostezo, y gracias a eso los demonios no podrán entrarle en el cuerpo aprovechando ese momento que pilla al ánima descuidada y con el portalón abierto.

Algo de sermón abortado tienen esos bostezos, en los que se escapa una gran bocanada de elocuencia sagrada, tan mezclada de latines, que se convierten esos bostezos en “bostezorum”.

Los bostezos femeninos son también de la misma progenie que los masculinos. El abanico era antaño, sobre todo, y aún lo es en los pueblos como San Juan de los Bostezos, la tapadera de los bostezos, tapadera que les viene chica a veces, y por eso se inventaron los célebres abanicos pericones.

El bostezo natural (no confundirlo con el bostezo artificial que crean los dentistas en todos sus clientes), tiene una fuerza de atracción atroz, y hay momentos en que una habitación entera se hunde en la vorágine del bostezo imantado.

Esta absorbencia de los bostezos, en donde es más pavorosa, es en la Naturaleza, pues un terremoto es un verdadero bostezo de la Tierra, bostezo inmenso, sin fin.

Todo corre peligro frente a ciertos bostezos: el cuadro de ese antepasado que da tanto sueño y hasta la lámpara del comedor cuando se suceden en ininterrumpida serie los bostezos de después de cenar, los terribles bostezos de la sobremesa, en que todo circunverge a la boca, que se dispara sobre sus goznes.

Ramón Gómez de la Serna

1 comentario:

  1. genial! jaja.
    A mí me gusta el de mi vecina, q es un botezo "oído". Se la oye por el deslunado con ese grito de aaaaayyyyaaaa, casi puedes visualizarla, bostezando y desperezándose a un tiempo...es ideal.
    Un abrazote!

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