sábado, 19 de julio de 2008

Veranos católicos



No, no se sorprendan ante el titular de esta entrada en el blog invisible (más invisible que nunca en estos meses estivales, añado). Este ateo sigue en sus 13 (pese a que ya cumplió los cuarenta y..., dejemos ese tema). El caso es que tras la experiencia de otros años en los que he tenido que hacer tiempo en una ciudad ajena para unas citas tardías, en pleno julio y con casi 40 grados en la calle, y comprobar que El Corte Inglés no es una buena opción si deseas un sitio fresquito y gratuito (te acribillan las dependientas, deseosas de cumplir antes de irse a la playa con viento fresco -del Norte-), este año he comprobado que lo mejor es meterse en una iglesia, antigua pero con bancos cómodos, adoptar una actitud relajada y mística, y dejarse llevar por la frescura de sus muros, el olor a incienso y cera, el rumor de las zapatillas de los turistas y, esto es indispensable, la lectura de algún libro de Nietzsche ("El Anticristo" sería una buena opción) teniendo la precaución de cubrir sus tapas con las de alguna obrita de Escrivá de Balaguer. Allí te relajas con las buenas enseñanzas del viejo Federico, ves pasar a los turistas sorprendidos al ver a un recogido creyente en un templo (¿le habrá pagado la Conferencia Episcopal?), feligresas de toda la vida que dudan de ese tipo con camiseta negra negra demoníaca, y el cura que a veces sale a vigilarte pero que sonríe al ver la reconfortante lectura que has traído a la iglesia. "Una nueva oveja para el rebaño", pensará ingenuo. Allí puedes pasar esas dos horas de espera, "a la fresca", y salir reconfortado tanto física como espiritualmente. Hagan la prueba. Una dosis de verano católico y unas cervezas en el Bar Manolo. ¿Qué más quieres, Baldomero?


1 comentario:

  1. Muy buena elección, la del lugar y la del libro...además huele bien..y tiene mucho arte!
    Saludos

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