El grumete Sebastián está preparando unas conferencias en la Isla de Santo Estéfano, para su único habitante y sus acompañantes suecas del velero Leuret. Os dejo una pequeña muestra de lo que tratan:
En España, antaño católica, apostólica, romana, las peticiones de novio (y sexo) se hacían al cordón de
San Antonio de Padua.
San Cucufato no tuvo tanta suerte a la hora de pedir deseos. En realidad ya se realizaban esas peticiones en ritos "paganos" que los cristianos, como tantas cosas, copiaron para su provecho. Según anoto de
esta breve historia sacada de internet, el santo no tenía tanta suerte si no cumplía los deseos de las peticionarias: "A través de los años - y ya en desuso por la vida en los tiempos modernos- el ansia de casamiento de las muchachas, de un tiempo en que
la mujer era esencialmente destinada al hogar, al amor y la procreación de los hijos, se llevaba a someter al Santo - a través de su imagen- a verdaderos suplicios, de los que sólo se podría librar atendiendo tan urgentes e insistentes pedidos. Así era solo colocarlo de cabeza para abajo y esperar que el ansiado novio apareciera. Pero no siempre el Santo parecía dispuesto a cumplir los pedidos. Nuevas esperanzas se encendían y una nueva embestida contra el Santo paciente y mudo. La imagen era enterrada hasta el cuello, y el pedido era hecho bajo la amenaza de no ser liberado hasta que el asunto no estuviera resuelto con la aparición del pretendiente deseado".
En fin, regresanto al tema carnal. Los deseos de las españolas estaban tan desaforados que normalmente los cordones de los santos aparecían bastante sobados y ajados, y muchos curas intentaban eliminar esa práctica de sus pecadoras feligresas. Al fin y al cabo un novio sirve para lo que sirve, ¿no?
En Francia tienen otras costumbres. "
Lo verde empieza en los Pirineos", decía una película hispana de arte y ensayo (¿o era arte y confección?) de los años 70 del siglo pasado. Y allí encontramos la historia de la tumba de
Victor Noir y sus benéficas aportaciones para los deseos íntimos de quién cumpla el rito que les describo a continuación.
Victor Noir (su nombre real era
Yvan Salmon), nacido en 1848, fue un periodista revolucionario francés que atacó duramente al segundo Imperio (de
Napoleón III) . Victor murió a los 22 años tras un duelo con P
ierre Bonaparte, primo del emperador. Hubo una gran indignación popular tras su muerte.
En 1891 se trasladó su cuerpo al cementerio de
Père-Lachaise, uno de los más grandes de París. El escultor
Aimé-Jules Dalou realizó la famosa estatua en bronce, objeto de esta conferencia y de la pervesión de los obsesos por el sexo (entre los que me encuentro, si localizo la brújula, claro). Realizada a tamaño natural, recoge a Victor en el suelo, tras recibir el mortal disparo en el duelo con Pierre Bonaparte.
Lo curioso es que muy pronto, surgió la convicción, al ver el brillo del bronce en esa zona anatómica de la estatua, de que tocando y/o besando (por este orden) la punta de sus zapatos, sus labios y sus genitales, los deseos sexuales se cumplirían para el que lo hiciera con verdadera pasión. Eso se disimula diciendo que tendrán esposo en menos de un año o se quedarán embarazadas. Pero el tema es el tema. Muchos estudiantes de finales del siglo XIX difundieron (con la complicidad del guarda del cementerio) esta leyenda para ver a las mujeres como tocaban al representado.
La broma se convirtió en costumbre y ha permanecido hasta nuestros días. Desde entonces, el brillo del bronce en esa zona ha aumentado. Una de dos, o es que cumple lo que se le pide ,o realmente hacerlo con la estatua es más satisfactorio (como vemos a la mujer de la serie fotográfica que acompaña esta entrada).
Además, y como regalo de fin de verano, tenemos
el vídeo de nuestra adorada
Dita Von Teese en el lugar. Está claro: el fetichismo no tiene fronteras... ¡salvo que lo impida el miedo a la gripe A!
uf...
(Fan mimetizada con Victor Noir...)