Hace ya tiempo que no tenía esa sensación: ¡un vencejo en mi mano! Hoy hemos podido realizar el primer rescate de un vencejo en Huesca. Todos los rescates que hice antes tuvieron lugar en Teruel. Este joven vencejo estaba en el portal de mi casa, en la esquina, temeroso ante los ruidos de la calle y la gente que pasaba. Lo recogí con suavidad y lo subí a casa. Angélica pudo hacerle estas fotos, muy rápido, porque empezaba a ponerse nervioso. Subimos a la terraza. Allí, con gran espacio, puede iniciar el vuelo. Y lo lanzamos. Voló y aterrizó en un tejado, pero con muchas posibilidades de volver a remontar el vuelo una vez recuperadas las fuerzas. Era ya grande.
Las crías llegan a superar a sus padres en tamaño y tienen reservas de comida en su cuerpo, suficientes para que salga adelante. En la calle era imposible. Esperamos, de veras, que tenga otra oportunidad. A nosotros ya nos ha regalado su presencia, aunque por unos instantes. Cada vez tienen menos oportunidades en las ciudades modernas, sin apenas esquinas y huecos en los muros de sus edificios para procrear. Si no están, como yo, abducidos por sus vuelos, al menos piensen en la cantidad de insectos que cada uno de ellos elimina cada día.