"Ven silla, ven... que te voy a dar una preparación universal" y mi silla, que es muy golosa con las cosas intelectuales, acudió presta. "¡Silla voy! gritaba", desconociendo que la preparación universal de la que le hablaba era algo muy diferente a sus esperanzas. Se quedó blanca del susto, con lo que me ahorró una mano de "preparación universal". Ahora ya no opone resistencia y se dejará hacer cuanto quiera.
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