Chuck Norris, especialista en artes marciales, jeans elásticos y viajes en el tiempo, fue el encargado de quitar a Marilyn Monroe su pasajera posesión por el porrón. Se la quitó, pero estropeó la magnífica sesión de fotos y la silla de anea del porche de su casa. Nunca se reconciliaron (entre otras cosas porque nunca más coincidieron).
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