Le cerró los ojos y le vistió con su mejor traje, después se fue a la cocina dejándolo solo, para prepararse algo de comer. La última frase que le dijo fue “quiero que te vayas de aquí”. Antonio era un hombre obediente, así que dando un largo y hondo suspiro se marchó de la casa de la calle del consuelo dejando su cadáver de hombre complaciente. Cuando regresó al salón le susurró al oído: “Quiero que te quedes”. Han pasado dos años. Antonio continúa allí, quietecito en el sofá con su traje de domingo. Ya no hay muertos que se quedan.
(Angélica Morales)
La muerte, como los jamones, no son lo que eran...
ResponderEliminarYa ni los muertos se kedan, no.
ResponderEliminarCómo va todo?
He venido akí a visitarte, porke entre otras cosas en este momento el esflog va fatal.
Y todavía no me pasé por tu rincón botijil.
Pasa un buen día.
Me pasaré, confío en ke pronto, por tu otro rinconcito.
Un besiño.
Olga.