Entusiastas asistentes a este curso acelerado a cien por hora de cuantica física (así, en aragonés: "cuantica"), hoy he escogido para martirizar sus oídos con todos sus huesecillos, estribillos, caracolillos, timpanillos y pelillos el "calor"; sí, como lo oyen, eso de lo que tanto hablan, maldicen o disfrutan sin saber exactamente de lo que se trata. El tema me ha venido a la cabeza de un soplo de viento y porque en el cielo azul de mi inexistente Leuret han instalado un grande et enorme letrero luminoso -un despilfarro al encenderlo de día- que pone CALOR en letras de colores. En definitiva, lo he elegido porque es un tema de candente actualidad y porque me paga para que escriba sobre él (que no encima suyo).
Desde tiempos remotos se habló del calor como una bendición divina, sobre todo entre nuestros sufridos antepasados de las glaciaciones. Años atrás, unos ciento veinticinco, al calor no se le concedía ninguna importancia ya que la moda era ir desnudos (y desnudas) y hacía buen tiempo, con lo que el concepto "calor" no tenía significado ni significante; más aún, para estos humanoides recién desmonotizados, calor venía a definir aquel estado natural del hombre (y la mujer) en el que se lograba la total asimilación del ser ontológico universal, entonces llamado "Hacienda" -Hacienda somos todos, decían los infelices-. Con el paso de los años el sistema gnoseológico de estos tipos se complicó y el ser ontológico pasó a ser la "criatura suprema que nunca paga en los bares", al que llamaron "Hacienda Pública", vayan ustedes a saber por qué.
Con el frío, el otro elemento fundamental sin el cual no conoceríamos el calor (no se preocupen por él, es un tipo poco hablador), con el frío, decía, los hombres y, desgraciadamente también, las mujeres, se dieron cuenta de lo que en realidad era el calor. Y eso cambió sus vidas: Nació la vestimenta.
Analicemos ahora las cualidades del calor. Es invisible, con lo que uno de nuestros sentidos queda inutilizado para el análisis (creo que es la vista). Para existir necesita una fuente. Una fuente de energía, claro. Esta fuente, similar a otras fuentes pero que en vez de agua y cloro suelta energía, al hacerse un lío por no conocer su verdadera esencia ni los números de la primitiva, provoca una reacción de la que emana calor. Dependiendo de la fuente conoceremos el tipo de caño, digo, de calor que obtendremos. El más evidente es el calor provocado por el sol. El sol es un tipo siempre cabreado que emite poderosas reacciones calóricas por este motivo.
Todo en la vida es relativo y el calor también lo es. Con esta sentencia propia de un filósofo o un bedel de la Academia, quiero explicarles por qué algunos tienen más calor que otros. La relatividad de la sensación termica explica por qué los altos tienen a veces más frío que los bajos pese a estar mucho más cerca del sol. Algunos científicos han querido basar esta teoría en los planetas del sistema solar. Sí, es evidente que Mercurio lo pasa peor en verano (y en el sobaco de ciertos enfermos) que los vendedores de cubitos de Plutón (Ex-Planeta y Ex-marido de Venus), pero eso no explica por qué las mujeres de los astronáutas bajan todos los días al supermercado para comprar "bizcochos el selenita" pese a que estén tan caros y salgan rancios.
Trataré de explicar mi punto de vista personal a todas aquellas asistentes que aún no se hayan dormido. No hay un único calor en la vida. Todo depende de la fuente de energía que la provoca. Por ejemplo, existe el calor calefacción, un calor poco romántico que nace a veces de dos agujeros en la pared y otras de quemar combustibles de olores varios. Pero el más importante es el calor humano, y entre sus variedades, el calor pasional.
El calor pasional, y voy terminando, es como un cosquilleo provocado por miles de hormigas rojas subiendo por las piernas y acaban bailando la sardana en la punta de... la nariz. A este calor no le importan las estaciones, ni las gasolineras, ni el polen del campo (salvo alérgicos). Es un calor indefinido que sólo entiende su poseedor. Entonces ¿para qué seguir? Si tengo que explicar los 6.000.000.000 de formas de calor pasional no llegaría ni a los postres de la cena. De momento les dejo. Acabo de soltar sus cadenas. Pueden salir (si encuentran la puerta que hemos tapiado mientras hacía como que soltaba un discurso).
Desde tiempos remotos se habló del calor como una bendición divina, sobre todo entre nuestros sufridos antepasados de las glaciaciones. Años atrás, unos ciento veinticinco, al calor no se le concedía ninguna importancia ya que la moda era ir desnudos (y desnudas) y hacía buen tiempo, con lo que el concepto "calor" no tenía significado ni significante; más aún, para estos humanoides recién desmonotizados, calor venía a definir aquel estado natural del hombre (y la mujer) en el que se lograba la total asimilación del ser ontológico universal, entonces llamado "Hacienda" -Hacienda somos todos, decían los infelices-. Con el paso de los años el sistema gnoseológico de estos tipos se complicó y el ser ontológico pasó a ser la "criatura suprema que nunca paga en los bares", al que llamaron "Hacienda Pública", vayan ustedes a saber por qué.
Con el frío, el otro elemento fundamental sin el cual no conoceríamos el calor (no se preocupen por él, es un tipo poco hablador), con el frío, decía, los hombres y, desgraciadamente también, las mujeres, se dieron cuenta de lo que en realidad era el calor. Y eso cambió sus vidas: Nació la vestimenta.
Analicemos ahora las cualidades del calor. Es invisible, con lo que uno de nuestros sentidos queda inutilizado para el análisis (creo que es la vista). Para existir necesita una fuente. Una fuente de energía, claro. Esta fuente, similar a otras fuentes pero que en vez de agua y cloro suelta energía, al hacerse un lío por no conocer su verdadera esencia ni los números de la primitiva, provoca una reacción de la que emana calor. Dependiendo de la fuente conoceremos el tipo de caño, digo, de calor que obtendremos. El más evidente es el calor provocado por el sol. El sol es un tipo siempre cabreado que emite poderosas reacciones calóricas por este motivo.
Todo en la vida es relativo y el calor también lo es. Con esta sentencia propia de un filósofo o un bedel de la Academia, quiero explicarles por qué algunos tienen más calor que otros. La relatividad de la sensación termica explica por qué los altos tienen a veces más frío que los bajos pese a estar mucho más cerca del sol. Algunos científicos han querido basar esta teoría en los planetas del sistema solar. Sí, es evidente que Mercurio lo pasa peor en verano (y en el sobaco de ciertos enfermos) que los vendedores de cubitos de Plutón (Ex-Planeta y Ex-marido de Venus), pero eso no explica por qué las mujeres de los astronáutas bajan todos los días al supermercado para comprar "bizcochos el selenita" pese a que estén tan caros y salgan rancios.
Trataré de explicar mi punto de vista personal a todas aquellas asistentes que aún no se hayan dormido. No hay un único calor en la vida. Todo depende de la fuente de energía que la provoca. Por ejemplo, existe el calor calefacción, un calor poco romántico que nace a veces de dos agujeros en la pared y otras de quemar combustibles de olores varios. Pero el más importante es el calor humano, y entre sus variedades, el calor pasional.
El calor pasional, y voy terminando, es como un cosquilleo provocado por miles de hormigas rojas subiendo por las piernas y acaban bailando la sardana en la punta de... la nariz. A este calor no le importan las estaciones, ni las gasolineras, ni el polen del campo (salvo alérgicos). Es un calor indefinido que sólo entiende su poseedor. Entonces ¿para qué seguir? Si tengo que explicar los 6.000.000.000 de formas de calor pasional no llegaría ni a los postres de la cena. De momento les dejo. Acabo de soltar sus cadenas. Pueden salir (si encuentran la puerta que hemos tapiado mientras hacía como que soltaba un discurso).
Ea ea... ¡que empiece!
ResponderEliminarPD: Muy agradecido, no vea la de juego nos ha dado. Espero un día contarselo con unas cervezas...