Barbara Stanwyck
El mito de la "femme fatale" es el del abismo de la pasión. Todo abismo atrae, pese a que conocemos sus peligros. La figura de la seductora diabólica, la mujer como portadora de todos los males es tan antigua como la historia de la humanidad (contada por varones, dicho sea de paso). Desde Lilith y Eva, desde Pandora a las mujeres-vampiro, Lulú o las sirenas... la esencia es siempre la misma. Con ellas viajamos a los infiernos. Ellas nos dejan en la entrada y regresan a por otras víctimas. A nosotros sólo nos queda recordar la belleza del tacón de sus botas.
Todo es una simplista visión desde el miedo masculino. Simplista pero cautivadora, embaucadora, atenazadora y devoradora. Como hombre no tengo escape al abrazo de su silueta de serpiente. Las curvas la definen, las curvas son sus armas, la recta es sólo una tambaleante estaca que cae al polvo del camino y no vuelve a levantarse. Nos quedamos sin profundizar en ella y queremos gozar de su belleza como objeto estético, exhibir nuestra "posesión" frente a los rivales (error: ella es la que nos posee) y sufrir cuando se nos escapa sin remedio (cuando ella quiere). Es nuestro oscuro objeto del deseo y así será hasta el fin de los tiempos.
Todo es una simplista visión desde el miedo masculino. Simplista pero cautivadora, embaucadora, atenazadora y devoradora. Como hombre no tengo escape al abrazo de su silueta de serpiente. Las curvas la definen, las curvas son sus armas, la recta es sólo una tambaleante estaca que cae al polvo del camino y no vuelve a levantarse. Nos quedamos sin profundizar en ella y queremos gozar de su belleza como objeto estético, exhibir nuestra "posesión" frente a los rivales (error: ella es la que nos posee) y sufrir cuando se nos escapa sin remedio (cuando ella quiere). Es nuestro oscuro objeto del deseo y así será hasta el fin de los tiempos.
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