London, 1681. Copperplate engraving. National Library of Medicine.
(1642-ca. 1702)
[anatomist]
Sábado, 2 de junio de 2007 7
       
"Calzado"
TONI LOSANTOS
Poco tienen que ver los dos libros de los que voy a hablar,            poco más que un vínculo tangencial con Teruel. En uno            (Relatos legendarios, Castalia) son turolenses algunas de las            páginas, pues la encargada de la edición (Matilde Moreno)            ha recogido el relato de los Amantes, precedido de una brevísima            introducción en la que advierte de que la leyenda «carece            absolutamente de veracidad». La versión que nos ofrece            no desdeña las batallas de Las Navas y Muret, elige el plazo            corto –el de tres años– y sitúa el regreso y            muerte de Diego Marsilla –así llama al amante– «al            cabo de algunos meses». No aparece la mora Zulima, pero el romanticismo            de Hartzenbusch late bajo estas páginas.
   
       Es un romanticismo muy distinto al de Angélica Morales,            la escritora turolense que acaba de publicar en Certeza la colección            de cuentos titulada Piel de lagarta, dieciséis piezas            con abundancia de microrrelatos –como el que da título al            conjunto– y una temática que oscila entre las contrariedades            sentimentales y el desamor, que es lo que se lleva ahora en la literatura:            azares que saltan y queman como las chispas. La terca, épica            determinación de Isabel de Segura, tan del gusto romántico,            ha evolucionado hacia estos arquetipos de mujeres contemporáneas,            anónimas, soñadoras y desengañadas, barridas por            el cierzo de la vida. Leyendo estas páginas me he acordado de            otras recientes colecciones de relatos de una atmósfera parecida            –en Aragón Cristina Grande o la turolense Ángela            Labordeta–. A las heroínas tradicionales les aguardaba            la frustración; estas de ahora viven con ella: es el aire que            respiran y el suelo que pisan.
   
       Gran parte de los cuentos de Angélica Morales tienen como elemento            común ese intermediario con el suelo –y, por extensión,            con la vida– que son los zapatos: agudos tacones, mocasines que            flotan, sensuales sandalias. Isabel de Segura se enfrenta descalza a            su desgracia; mientras el calzado de Piel de lagarta es una segunda            piel, un artificio, y a sus personajes posrománticos ni les da            la felicidad ni los protege. 

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