jueves, 22 de febrero de 2007

Morapio


Imagen: Ubé (montaje sobre una foto de Alfredo Blasco)

ANTONIO CASTELLOTE (Diario de Teruel, 22/02/2007)

Una lástima. Si llego a saber lo que se le venía encima a la ministra Salgado, dejo para hoy la glosa de Un enemigo del pueblo, porque no encuentro correlato más preciso que el asunto del vino. En este nuevo drama el científico es una ministra de Sanidad que avisa de que las neuronas de los adolescentes corren grave peligro, y el poder y el pueblo está representado por todos los que estos días escriben bernardinas (esas sí que son bernardinas) para mayor gloria del vino y befa y descrédito de la ministra.

La ministra insiste en que se trata un grave problema. Lo que ignora la ministra, me temo, es la dimensión de ese problema. El que un chaval menor de edad acuda cada dos por tres a su casa borracho perdido y lo tengan que atender las asistencias porque se pasa los fines de semana al borde del coma etílico no es un problema que se arregle tapando los anuncios de vino tinto. Los adolescentes han bebido siempre, yo también, por una cuestión antropológica cuyas raíces son también las que ayudan a conservar la especie y a disfrazar las secreciones hormonales de dramático romanticismo. Además, yo no he visto anunciado nunca en ningún sitio el vino que beben los adolescentes y los mendigos, ya sea el tetrabrik que huele a colodión y sienta como un tiro, ya sea ese gran hito de las relaciones trasatlánticas que es el calimocho. Esos adolescentes, con más o menos daños cerebrales, se harán alcohólicos o abstemios o moderados por razones que no tienen nada que ver con la publicidad sino con su amor propio y con su propia vida.

El problema es otro, y no sé yo cómo va a meterle mano la ministra. La progresiva infantilización de la ciudadanía lleva a que algunos adolescentes se comporten como niños que se beben una botella de salfumán en un descuido de la madre, y quien dice salfumán dice todos aquellos brebajes concebidos no para emborracharse sino para estar borracho, no para divertirse sino para caerse al suelo. El problema, entonces, está más en el escaso discernimiento de algunos adolescentes, incapaces de distinguir algo tan básico como el peligro, que en el garrafón que utilizan para machacarse los sesos.

La cuestión, en todo caso, sería quién debe enseñarles a distinguirlo. Tapar la publicidad es como esconder los condones, otra manera de no afrontar el asunto. Yo no sé si los chavales beben más o menos que antes, pero sí sé que muchos beben de una forma cada vez más agresiva y más estúpida. Y también que la agresividad y la estupidez no son competencia exclusiva del Ministerio de Sanidad.

1 comentario: